Hoy he estado jugando a un juego. Es curioso porque para mi este juego siempre ha sido muy divertido, y de hecho lo sigue siendo...hipocresías las justas.
Consiste en mirar a los vecinos de viaje en el metro y adivinar como son sus vidas. Puro cotilleo, claro. Y, en general, sus vidas son de lo mas transparentes ante mis ojos: infidelidades, superwomans, mantas y chulos playa variopintos. ¡Como no, también catalogo obreros, banqueros y abuelos sobre explotados por los nietos!
Lo más interesante de esta afición es que la utilizo como ejemplo durante las sesiones que hago sobre competencias de comunicación. Son sesiones dirigidas a descubrir la importancia que tiene nuestra imagen y nuestra comunicación no verbal en la percepción que las otras personas tienen de nosotros. Visto en perspectiva, el tema es: ¿con que estereotipo me vendo mejor?
Ante las personas participantes de las diferentes sesiones justifico mi afición disfrazándola de defecto profesional, pero en realidad lo que hago es poner en marcha mi máquina de caricaturizara de mi ignorancia y, ala! a extender esterotipos por el vagón del metro:
- Joven despeinado y con los ojos enrojecidos (obviamente chico): lógicamente es un claro ejemplo de noche de farra y de alcohol. ¡Esto lo sabe hasta mi madre! (Pobre, seguramente abra tenido noche de guardia y regresa a casa a descansar...)
- En el vagón donde estoy huele a alcohol que tira de espaldas: la conclusión, dando un vistazo al sesentón de mi derecha, con ropa sucia y adormilado, es que, obviamente, es el viejo borracho que se ha colado en el metro para dormir la mona (pero después me fijo mejor y veo delante un cuarentón de pie y de buen ver que viene de tomar el carajillo...y seguramente el pobre viejillo de mi derecha viene de trabajar en la obra.
Y así todo el viaje (tres cuartos de hora para ver al novio cunden mucho).
La realidad es que, por mucho que queramos evitarlo, los esterotipos nos salen como setas, con la mayor naturalidad. El problema aparece si aplicamos estas observaciones estereotipadas a nuestra conducta con los demás, sin hacer un ejercicio de análisis personal de nuestras propias percepciones y juicios de valor.
Un abrazo y hasta la próxima aventura.
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