¿Qué pasa si no quiero casarme? O si quiero dedicarme a tener muuuchos amigos, ¿quien se rasgará las vestiduras por ello?
Una mujer, soltera o no, en la actualidad desarrolla una formación de larga duración, una carrera profesional bastante intensa y unas amplias relaciones de amistad, lo que implica mucho tiempo dedicado al ocio. Nada más alejado del estereotipo de los siglos XVIII y XIX... y del estereotipo de hace unas pocas décadas... o del estereotipo de mi barrio. La pregunta surca el aire con frecuencia: " pero ¿esta chica no está casada? Pues ya debe de superar los 40 ¿no?"
Y a partir de esta simple información, totalmente objetiva, surgen todo un cúmulo de justificaciones subjetivas: "es que exigirá mucho de los hombres", es que tiene un carácter raro, ¿que no será lesbiana?... y suma y sigue.
¿Nadie puede plantearse directamente que no quiere tener compromisos con nadie? o que no tiene tiempo para conocer a nadie, ni posibilidades, ni ganas.
Hay algunas redes sociales interesantes que vienen a reforzar estos estereotipos, y la gente que esta dentro, yo incluida, no está libre de culpa. Los comentarios son frecuentes: las mujeres van muy desesperadas, la vieja solterona desesperada que se apunta a todas las actividades a ver si pilla...
Hay unos cuantos estereotipos interesantes que rodean a la figura de la mujer que no tiene pareja estable conocida (cuidado, que parece que lo sabemos todo de las vecinas pero no nos vemos casi nunca ni en la escalera):
Aventurera: demasiado ocupada en pasarlo bien como para preocuparse de los demás.
Romántica: la cursi en espera del príncipe azul (ese con el que nos engañan a todas vilmente a lo largo de nuestra infancia y que pretenden hacernos creer que es ese personaje disfrazado con frac con el que un día decidimos casarnos)
La que se acostumbró: esperando al príncipe azul se adaptó a no compartir el baño y sus asquerosas pelusas. ¡A ver quién es la valiente que a estas alturas mete a un señor de poca puntería en su piso!
Y hay otros estereotipos tan curiosos como estos, pero los dejaremos para otra ocasión.
La historia social, que nos enseñan las abuelas y abuelos desde tiempos inmemoriales, siempre nos ha dibujado la imagen de la mujer soltera vestida de negro luto perpetuo, por aquello de demostrar honestidad y honra, sea lo que sea esto último. De ahí a rodearla de gatos solo se tenía que dar un paso: claro, es que si está sola es que no está bien, pobre... Y los gatitos son muy cariñosos.
Ahora que somos más modernos nos imaginamos a la mujer soltera, en la cama, delante de la tele y con una tableta de chocolate negro. Y con el dichoso gato, eso que no falte.
Solo me gustaría recordar que a los niños también les gustan los gatos... y nadie se los imagina solterones, ¿verdad?
Un abrazo a tod@s
Anna Sú
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