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martes, 14 de febrero de 2012

La ventaja de hacerse el sordo

Primero pedir perdón por el tiempo pasado desde la última entrada a este vuestro blog. ¡Estaba en negociaciones con un "peasso" troyano! El quería quedarse a pasar el fin de semana y yo prefería estar sola. Total, un desastre porque el troyano ganó la partida. Al final 55 € donados a una pareja de técnicos Sikhs (pero esto es otra historia).

De forma independiente al tema de mi desgraciado "accidente" tecnológico, me gustaría hablar de mi hija. Tiene 5 años y parece que no se entera de nada cuando ve los Pingüinos de Madagascar. De eso sabéis mucho todas las personas que ejercéis el oficio mas viejo del mundo: criar un mocoso (si, ese es el oficio mas viejo. Si tenéis otra información estáis equivocados). Pues si, no hay cosa mas curiosa que mi hija sentada delante de la tele mientras los mayores hablamos. Y parecen no escuchar nada mas que la voz de sus dibujos preferidos. ¡Pero no! ¡Craso error! Te das cuenta cuando repite alguna de las frases que has dicho, generalmente en el peor de los momentos: "mama, ¿porque decías el otro día que papa te amarga la vida?" Y papa hace una cara que demuestra que no se está haciendo el sordo.

¿A donde quiero ir? El mundo de los estereotipos es un tema muy curioso. En principio siempre defenderé la negatividad que estas creencias generalizadas suponen para la sociedad en general y para las personas que las sufren. Pero hay una reflexión interesante a hacer: ¿Siempre suponen una desventaja?

Esto es un tema abonado para el debate, y os invito a ello.
Hasta que punto es cómodo para algunas mujeres el que su pareja crea que el bricolaje es cosa de hombres, o para los abuelos que se suponga que nunca escuchan bien lo que se les dice, o para las personas de origen chino que se les asigne la característica de muy trabajadores, o para los cuerpos policiales que tienen mal talante ("mala gaita", vamos).
Estos últimos ejemplos, desde un punto de vista laboral, nos enfrentan a estereotipos que, bien aprovechados por las personas que los sufren, podrían ser transformados en ventajas: el argentino tiene mucha labia y puede venderte hasta un terreno en el polo; la persona ciega tiene un gran sentido del oído; la mujer filipina no es nada exigente y tiene mucha paciencia, etc.

Valoremos hasta que punto en bastantes ocasiones hemos utilizado los diferentes estereotipos sobre nosotros mismos en nuestro beneficio. Dejando de lado cuestiones morales. Pensemos en ello.

Un beso a todas las personas pacientes que me leéis
Anna Sú